Hace algunos posts (lo que en la práctica significa hace unos buenos meses atrás) publiqué sobre Evgeny Morozov y su charla en TED sobre cómo la red ayuda a las dictaduras. Este bielorruso es un ácido crítico de la idea de la red como facilitadora de la democracia o como herramienta que potencie el activismo. A principios de este año publicó un libro llamado The Net Delusion: the dark side of internet freedom dedicado completamente a este tema.
En el otro rincón, tenemos a Cory Doctorow, un “autor de ciencia ficción, activista, periodista y blogger” que entre otras cosas es co-editor de Boing Boing y que ha realizado un comentario muy interesante y profundo de los argumentos que Morozov plantea en su libro, concediéndole la razón en muchas oportunidades pero también haciendo una lectura crítica y que en muchos casos complementa o derechamente desarticula lo planteado en el libro.
Su revisión se titula We need a serious critique of net activism, y abarca temas que van desde el rol de Twitter y Facebook en las elecciones de Irán, el cypherpunk como medida de resistencia ante los poderes gubernamentales, el rastreo de usuarios por las redes de publicidad, la calidad y relevancia de los contenidos en la red, la coordinación de activistas a través de la red, etc.
Me resultó especialmente interesante el análisis planteado en relación al cypherpunk como un movimiento con motivaciones políticas (o tecnopolíticas si se quiere) tan claras en torno a la idea de la promoción del uso de herramientas criptográficas. Como bien afirma Doctorow, el hecho de que sea muchísimo más simple encriptar un mensaje que romper su clave de cifrado para acceder a éste implica contar con un importante contrapeso en la balanza del poder. En palabras de Doctorow:
Practically speaking, this means that poorly resourced individuals and groups with cheap, old computers are able to encipher their messages to an extent that they cannot be deciphered by all the secret police in the world, even if they employ every computer ever built in a gigantic, decades-long project to force the locks off the intercepted message. In this sense, at least, the technological deck is stacked in favour of dissidents – who have never before enjoyed the power to hide their communiques beyond the reach of secret police – over the state, who have always enjoyed the power to keep secrets from the people.
Vale la pena leer el artículo completo para poder conocer y tener al menos una visión general de varias cuestiones relacionadas con el rol que internet está tomando en el mundo actual.
Y ya que estamos en el tema, aprovecho de apuntar a un artículo que a estas alturas ya es como un clásico de la crítica al cyber-utopismo: Small change. Why the revolution will not be tweeted, de Malcom Gladwell en The New Yorker.