Para mi generación, el mejor (o único) recuerdo que tenemos de Christina Rosenvinge probablemente sea de sus tiempos como Christina y los Subterráneos, y canciones como Tú por mi, Mil pedazos o Voy en un coche —por eso, para mí fue toda sorpresa conocer el desarrollo posterior de su carrera, que incluye una opción radical por una apuesta alejada de lo comercial en favor de algo más personal y que incluso la llevaría a cruzar el Atlántico hacia Estados Unidos, donde editaría dos trabajos en colaboración con los músicos de Sonic Youth.
Verano Fatal, publicado durante el 2007, es el resultado de su colaboración con el también español Nacho Vegas; el disco contiene 7 canciones que completan 24 minutos de música. El tono de las composiciones es notablemente amplio, desde el rock de Verano fatal a la ingenuidad de Que nos parta un rayo o los arpegios acústicos de No lloro por tí; pero lo que en verdad me ha dejado absolutamente enganchado han sido las excelentes letras que, como en muy contadas ocasiones, me han hipnotizado por su belleza y sinceridad —incluso en las melodías más alegres hay un tinte de pesimismo como el más fatal de los amores. Bastará con escuchar la pista inicial, Me he perdido, para que entiendan lo que quiero decir.