Estoy tratando de ser lo menos original posible, y encontré que una de las formas más seguras de lograrlo es comentar algo sobre esta novela rápidamente convertida en best-seller escrita por Dan Brown llamada El Código Da Vinci 🙂 Bueno, fuera de bromas, aunque ya lo terminé hace tiempo (lo leí en Febrero, mientras estaba de vacaciones), aún recuerdo bien este libro —irónicamente, más que algunas de las cosas de las que sí me tengo que acordar ahora que estoy en clases— y la opinión que tengo de él, algo que hace tiempo quería expresar en este blog, pero que por diversos motivos no lo había hecho hasta ahora.
Pero bueno, vamos al grano. Para opinar sobre El Código Da Vinci podemos tomar varias posturas. Por un lado, podemos considerarlo en sí mismo, como el fenómeno superventas que es, y desde este punto de vista debería decir que este ha sido uno de los libros más apasionantes que he leído; es bastante cautivante, una vez que se engancha con la historia (lo cual es bastante probable que suceda casi de inmediato) es prácticamente imposible dejarla de lado. No es un libro para dejar a medias, sino para devorárselo en el menor tiempo posible, para engullirlo, si se quiere. Ahora, desde un punto de vista de pseudo crítico literario, debería decir que… apesta. O quizás no tanto, pero de que existe una desproporción entre el escándalo que ha armado y su calidad literaria: es una historia fascinante, pero más por el olfato comercial que por la técnica o el estilo narrativo de Brown. Por otra parte, aunque el desarrollo es muy atrayente, es una queja común entre quienes han leído el libro la decepción al teminarlo (los que no lo han leído, ya sabrán porqué). Finalmente, desde el punto de vista de la controversia en cuanto a su temática religiosa, debo decir que lo que se “revela” en El Código no me parece tan sorprendente: ya varios autores habían jugado con muchas de las teorías que plantea, e incluso podríamos identificar en ellas ciertas influencias de hipótesis antropológicas o postulados feministas (sobre todo en relación con el tema de los órdenes patriarcales y matriarcales y sus consideraciones) que podrían considerarse “clásicas”. Pero claro, El Código difícilmente iba orientado a un público conocedor, sino que más bien estaba perfilado (y muy bien, hay que decirlo) como un producto de consumo en masa. Por último, sobre las investigaciones en las que se basa o que deforma Brown, no sé qué tanto interesan: vean la tapa, es una novela, no una investigación científica.
A modo de resumen, me quedo con mi respuesta típica frente a la pregunta de qué me pareció el libro: es como una pelicula de popcorn… entretenida, pero de dudoso valor cultural. Así como Jurassic Park